viernes, 25 de marzo de 2011

Telegrama a Jehová (de "Principia Discordia", 1965)


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WESTERN UNION
TELEGRAMA


PARA: JEHOVÁ YAHWEH
EN: HOTEL CELESTIAL (SUITE #666)
ÁREA PRESIDENCIAL, PARAÍSO


QUERIDO DIOS;


CON ESTO LE INFORMAMOS QUE SU ACTUAL POSICIÓN COMO DIEDAD QUEDA INMEDIATAMENTE INTERRUMPIDA DEBIDO A SU GRUESA INCOMPETENCIA –STOP- SU CHEQUE LE SERÁ ENVIADO –STOP- POR FAVOR NO ME UTILICE COMO REFERENCIA
RESPETUOSAMENTE,
MALACLYPSE EL JOVEN/OMNIBENEVOLENTE POLIPADRE DE LA VIRGINIDAD EN ORO Y ALTO SACERDOTE DE LA POEE

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Del Principia Discordia. Gran libro sacro del discordianismo.
Libro completo, en inglés AQUÍ



lunes, 21 de marzo de 2011

Giovanni Papini - La colección de gigantes


(Imagen: Michael Hutter)

Les dejo uno de mis cuentos preferidos del Gog, de Papini; dense el tiempo de leerlo entero. Saludos y buentrip.


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GIOVANNI PAPINI - GOG

LA COLECCIÓN DE GIGANTES

Nueva Orleáns, 15 octubre


No me gustan las colecciones que todos hacen. Los big businessmen, que van a adquirir en Europa las dudosas pinturas de Botticelli y de Van der Meer, y los colores y los marfiles de una aristocracia en liquidación, me dan asco.

A civilización nueva, colecciones nuevas. La primera que he deseado hacer, desde que he tenido medios, ha sido una colección de gigantes. Siendo muy joven vi en San Francisco un gigante negro que se exhibía en los bares con un papagayo verde, vivo, sobre la crespa peluca. No decía palabra, pero sus ojos hablaban por él. Nadie le daba nada: mi cent le hizo sonreír un momento como un muchacho sediento que ve una naranja. Desde aquel día sentí siempre una gran simpatía hacia los gigantes.

Pero me ha sido necesario casi un año para reunir mi colección. Mis agentes dispersados por las varias partes del mundo, los directores de los circos y de los teatros, no han sido capaces de proporcionarme más que diecisiete; dieciséis machos y una hembra.

En una pradera de la Luisiana, en la orilla del Red River, no lejos de Col fax, había hecho preparar una aldea para ellos, fabricada a propósito con casas de madera altas como torres: una casa para cada uno.

Una barraca más grande, para simplificar la vida estaba destinada a cocina y refectorio; dos gigantes, por turno, debían encargarse de los servicios de boca. Una mañana sí y otra no, un camión traía de Colfax los víveres para la colonia. La pradera tenía una extensión de cien acres y se hallaba cerrada con vallado de espino para alejar a los curiosos Los gigantes estaban allí para mí solo, no para hacerlos ver a los muchachos y a los vagabundos.

Los trataba bien. No sólo eran alimentados, alojados y vestidos, sino que recibían todos los meses, cada uno, trescientos cincuenta dólares. La aldea venía a costarme, sumando todo, 73.000 dólares al año. Pero nadie, en el mundo, podía alabarse de poseer semejante colección.

Pero al terminar las primeras semanas comenzaron las dificultades. Mis gigantes eran de razas diversas y no se entendían entre sí. Tres o cuatro únicamente hablaban inglés. Había dos noruegos, tres rusos, un negro, cuatro alemanes, un italiano, un chino, un sikh de la India, tres australianos, un canadiense. La mujer era una india del Norte, el único ejemplar encontrado en los Estados Unidos, esta fue, aunque fea, una de las principales causas del desastre de mi colección: todos la cortejaban y cada uno se hallaba celoso de los otros quince cortejadores, a pesar de que la brava Jiquilpan fuese enemiga, por sistema, del matrimonio.

Pero el gran peligro era el aburrimiento. Estos colosos arrancados de sus países, de la familia, de la vida vagabunda y que no conseguían hablar entre si -bien porque no se entendiesen o porque se detestaban-, no sabían cómo pasar los días.

Cuando iba a la aldea los encontraba separados, inmóviles, silenciosos. La mayoría se hallaban tendidos sobre la hierba, a la sombra de algún árbol, estirados, envueltos en harapos, roncando o bostezando. Otros se hallaban metidos en casa, adormecido, o masticando; alguno jugaba a las cartas o se hallaba sentado a la puerta, meditabundo, con los brazos colgando hasta tocar el suelo. Un tufo de fastidio y de spleen pesaba sobre aquel campamento de fuerzas desperdiciadas. A veces los rusos cantaban, en voz baja, las melopeas melancólicas de su país; los alemanes mataban el tiempo en un huerto improvisado; la mujer, con su nariz ganchosa, se hallaba inclinada remendando sus inmensas camisas.

Todos aquellos miembros gigantescos en ocio, aquellas grandes bocas mudas, aquellos brazos infinitos desocupados, aquellos vastos cuerpos sin movimiento y sin un objeto, daban la impresión de agria tristeza y casi de un confuso espanto.

Los gigantes no son, generalmente, inteligentes y mucho menos intelectuales. No he visto jamás uno que leyese: sus ojos eran despiertos, opacos, brumosos de nostalgia y de melancolía. Ninguno reía, exceptuando el negro cuando la campana llamaba a la comida.

Por la noche, aquellas largas sombras que se bamboleaban inciertamente en el prado, cansadas de no haber hecho nada, causaban repulsión. Parecía que se trataba de una colonia de idiotas o de monstruos.

Conmigo hablaban de mala gana y únicamente si les interrogaba. Un día encontré en la ribera del Red River a uno de mis pensionistas el menos embrutecido de todos, el italiano. Se halla sentado sobre la arcilla y contemplaba en torno suyo la vida de los pequeños animales del campo; las mariposas moteadas de negro que se columpiaban sobre las flores, una lagartija agarrada al suelo con la cabecita alta, una araña color de tabaco que chupaba lentamente una mosca, un grillo de color de arena que saltaba entre los hilos de hierba. Le pregunté si estaba contento de hallarse allí.


-Me consuelo como puedo -me respondió-. Usted es muy amable, señor Gog, pero ha conseguido inventar una bella tortura...


-¿Sufre? ¿Por qué? ¿Le falta algo, tal vez?


-Me falta la única cosa que puede consolarnos de la desgracia de ser gigantes: la compañía, la vista, la admiración de los hombres más pequeños que nosotros. Piense que casi todos íbamos a través del mundo, quién de teatro en teatro, quién de los circos a los barracones, en medio de la curiosidad de los hombres de baja o de mediana estatura. Cada uno de nosotros era el centro de mil miradas, era una excepción, era alguien. El ponernos usted todos juntos, todos gigantes, ha sido ciertamente una idea original, pero, para nosotros, una desgracia. El gigante, como cualquier otro hombre, tiene necesidad, para vivir, de ser admirado por alguien, de ser superior a alguien. Aquí todos somos iguales, todos de más de dos metros, y no podemos ciertamente admirarnos el uno al otro. De este modo sentimos repulsión hacia nuestros compañeros e incluso odio.

Tenemos necesidad de inferiores, de espectadores. de curiosos, de extranjeros; del muchacho que nos mira estupefacto, del enano que hace de bufón entre nuestras piernas. Aquí todos somos gigantes, por eso todos somos infelices. Para olvidar, me alejo de los otros y vengo aquí a contemplar, en la soledad, estos animalitos que me restituyen, por un momento, el sentido de mi estatura y de mi diversidad. Pero los insectos no se parecen bastante a los hombres. Le aseguro, señor Gog, que si no nos licencia, los más valerosos se escaparán y los otros se volverán locos.


La profecía del italiano se ha cumplido. En la aldea de los gigantes, después de siete meses, no había quedado más que la sensata Jíquilpan y un alemán testarudo que se había metido en la cabeza casarse con ella.

Diez habían desaparecido, dos o tres cada vez, sin decir nada. Los otros se habían puesto enfermos y tuve que expedirlos, como decía el contrato, a su país de origen. Mi colección se había liquidado. Es el destino de todas las colecciones de seres vivos, incluso de aquellas, esparcidas sobre la Tierra, que se llaman razas o familias.


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Giovanni Papini


sábado, 19 de marzo de 2011

Si yo acaso

"El wawis", Eje Central, D.F.

Si acaso he de ser cucaracha,
extenderé mis alas marrones
y viajaré al cielo de las cloacas

si acaso he de ser
cucaracha, me arroparé de mi mugre
y buscaré a mi amor blattodeo
entre lo más escondido del suelo

si yo he de ser este
bicho tan callejero y subterráneo
si acaso he de ser este monstruo,
tan inmortal a sus bombas,
extenderé estas dos alas marrones
y me iré volando al cielo de las cloacas
a otro sol más mugroso
hacia otra estrella sin patrias

si yo he de ser esta bestia-basura
si yo acaso he de ser cucaracha,
me levantaré grácilmente del suelo
y me iré aleteando a otro cosmos
como una mancha marrón por el cielo
rápidamente en ascenso
/ con toda su estela de mugre /


domingo, 13 de marzo de 2011

Óscar Liera - Para las muertes de Elisa


Óscar Liera (1946 - 1990)

Una genial poesía de Óscar Liera quien fue uno de los más grandes talentos sinaloenses; generalmente reconocido por su trayectoria en el teatro, pero también tenía sangre poeta.
A mí me superviajan las partes VI y VII ♥

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Óscar Liera - Para las muertes de Elisa(1978)
Tomado de: Antología de Poesía Sinaloense Contemporánea 1960-1993
Editorial UAS, compiladores Crisanto Salazar y Refugio Salazar

I
Amo la vida, a ella quiero volver;
regreso lo andado y miro hacia el sol,
mi vientre se transforma en caracol
y me siento mar, viento, flor, mujer.

Vivir yo quiero en libertad, y ser
hoy un alba, mañana un arrebol;
me veo convertida en girasol
en un mundo de horizontes sin Ser.

Un mundo con su cima y su barranco,
¡arriba quiero estar y no escondida!
para ver: sé del negro, sé del blanco;

y si sé de la noche, sé del día;
si conozco el mal, del bien hablo:
porque sé de la muerte, amo la vida.

II
Morir es trasladarse de un estado
a otro. Es cambiarse por lo oscuro.
Morir es salir lento, con apuro.
De pronto es, en la mar, quedar varado.

Morir siempre es dejar todo cerrado.
Morir es volverse al éter puro,
es dejar y acatar un gran conjuro,
es ser omnipresente y exiliado.

Morir es huir de túneles y huesos.
Es irse de sí al grito de escapada,
arrastrar la esencia y dejar el peso;

y con centro y periferia abarcada
se queda en libertad y se es preso:
morir es no ser, y nacer en nada.

III
Si tu germinación no es notoria,
sentiré tus raíces, y sin verte
me hundiré en mí misma hasta saberte
aunque hasta allí me alcance la memoria.

Somos una vil carne transitoria,
traemos la semilla de la muerte
ahondada en el abismo, de tal suerte
que en nuestro nacer va su victoria.

Si morir es dormir sólo un momento;
es recordarme, para tí, nacida.
Si es entrar en un encerramiento;

morir es encontrar una salida.
Y si es llegar a nuestro acabamiento;
entonces es volver a tener vida.

IV
Unir es consumar, ven sin temor
¡oh muerte amada que ansío verte!
me tomarás hasta dejarme inerte
y apagaré el ansia en tu furor.

Helarme quieren tus manos, tu helor.
Con fuego correspondo, quiero arderte;
¡y habrás de partir después, oh muerte,
hirviendo por las llamas de mi amor!

Tuya soy, ven y llévame contigo.
Ven y llega pronto a mi morada;
con sigilo entras, sin hablar te sigo

aunque sea a los lindes de la nada,
y desde hoy con pasión te digo:
que de tí moriré enamorada.

V
Si muriendo, en la nada me consumo.
Si consumiéndome en nada, muero.
Morir sin consumirme en nada quiero
si consumir, morir y nada es Uno.

Mas si principio es la Unidad, me sumo.
Y si a la Unidad sumándome muero,
es que he sido un soplo pasajero
que principio, fin, ni existir reúno.

Y no permitiré olvidamientos;
seré fuego, pues tierra y agua pierdo;
he de atarme a los hilos de los vientos;

suplicaré asilo, no me pierdo;
pienso recorrer los pensamientos
y vivir encerrada en los recuerdos.

VI
Partir con la idea de una gloria
pensando en llamas que un infierno vierte,
morir será ¡Dios mío! no saberte
ni saber si estoy en tu memoria.

Si somos un producto de la historia
o si todo principia con la muerte,
y tan sólo un silencio inerte
nos hunde más y más en esta escoria.

¿Quién nos hizo y nos deshace luego?
¿Cómo es que broto y por dónde me hundo?
¿Cuál es la realidad? ¿Cuál es el juego?

Si estamos a merced de un iracundo
Dios que sólo exige loas a su ego
¿para qué entonces nos inventa un mundo?

VII
Estoy libre de mí, nada me encierra.
Soy, lejos de mi cuerpo, extraña esencia,
y sólo me queda la conciencia
de que algo se me pudre en la tierra.

¿Fui un ojo que se abrió y hoy se cierra?
¿Podría hablar de muerte y de existencia?
¿Puedo hablar de Filosofía y Ciencia
pues si una acierta la otra prueba que erra?

Para qué, pues, dogmas, razones, timos.
A qué leyes si de saber no hay modo
quiénes somos ni de dónde venimos,

si acaso sólo somos fuego y lodo
si hay la voluntad de dios y el destino....
NADA SABEMOS, LO IGNORAMOS TODO.

***

Imagen: Salomé, versión de František Drtikol 1913




sábado, 12 de marzo de 2011

C.A.N.T.I.N.A.


"Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar

donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente."
(Reinaldo Arenas, Autoepitafio)


acá entre nos
el mundo es una cantina llena de animales en pleno pleito
muy en su dialecto de gruñido y borrachera en
esta fiesta orgiástica que es la vida y la taberna,
porque el mundo es un safari y
yo no sé lo que valga mi vida

en medio de tanta botella vacía y medio llena
y tanto borracho encantado y soberbio
tan piojosamente enamorado de
un animal delirante y poeta,
y no es que yo sea un suicida entre tanta fauna asesina,
yo lo que soy
es un sacrificio a la vida.

Eramos Dos Niños (Safari)

y entonces me iré con el sol / cuando muera la tarde /
a este paraíso-gomorra /a esta cantina-safari /
y recibiré el nuevo día
todo ebrio
con sabor de pecado y
a labios inciertos
de animales salvajes sin nombre:

/ y en nuestras espaldas anónimas
los rasguños de un sexo embrujado
entre bestias sin rostro /




Video: Albert Pla - Lefa
"que mueran los días... ¡viva la noche!"

Imagen: Paul Cadmus - Greenwich Village Cafeteria

domingo, 6 de marzo de 2011

Ángela Figuera Aymerich - Mundo Concluso

A esta escritora la conocí por su "Antología Total" que conseguí hace unos añitos en un puesto de libros usados como a 10pesos. Desde entonces es mi poeta favorit@. No tengo idea de por qué es medio desconocida, pero su poesía me parece poderosa y eso es lo que importa.

Particularmente este poema que les dejo es un tremendo alucín:

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Ángela Figuera Aymerich - Mundo concluso
(de "Víspera de la vida", 1953)

¿Qué hacer con este barro que me llena las manos?
¿Qué rabia, qué codicia de incrementado fuego
empujan y sacuden el alma en ansia viva
por fabricar un mundo ya fabricado, rígido,
archisabido, ahíto de mapas y de fórmulas?

¿Cómo hacer más redondo su círculo perfecto?
¿He de pintar en blanco y en frío sobre nieve,
soplar en la galerna, llover sobre las aguas,
dotar de alas y nubes los cielos y los pájaros?

¡Qué hastío de montañas y mares en su sitio;
de ríos dibujados en azul de acuarela
sobre el ocre y el verde de las tierras sabidas!
Vientos con nombre propio recorren obedientes
las rutas ordenadas en viejos planisferios
y en el sordo misterio de las selvas gigantes
cuelgan sabios carteles de prolija botánica.
El reptil que digiere su pereza en el borde
de la ciénega tiene clasificada al día
hasta la coyontura más nimia de sus huesos.
Escamas, plumas, pétalos, minerales, decoran
polvorientas vitrinas de museos y llenan
de tediosos latines abultados catálogos.

¿Qué hacer después de todo con este barro a punto
que tengo fermentado, rugiendo por la forma?

Porque he llegado a un mundo definitivamente,
desoladoramente total y rematado.
En vano busco un trozo de horizonte vacío
donde trazar los signos de mi zodíaco propio
y arrojar la moneda de mi luna inventada
y clavar este sol personal y arbitrario
que desborda mis ojos con brutal exigencia.
¡Este crecer en formas idénticas, cansadas!
¡Este ir soñoliento tras la lenta costumbre!

¿Por qué he de ser mujer repetida de Eva
escudriñada en toda mi triste anatomía,
sin un gesto que niegue los rituales muestrarios?
¿Por qué he de parir hombres iguales a otros hombres,
abrumadoramente monótonos e iguales?
¿Por qué todas mis lágrimas son lo mismo que lágrimas,
y han de saber mis besos precísamente a beso,
y ha de tener mi sangre el pulso equilibrado
y la púrpura exacta de las sangres antiguas?

Imagen: La piedra de la locura (Jan Sanders Van Hemessen)



martes, 1 de marzo de 2011

Marcos Denevi - El Dios de las Moscas


rebirth
imagen: Sharky_rol - "Rebirth"


Un cuentito delicioso del argentino Marcos Denevi:



El Dios de las Moscas
Las moscas imaginaron a su dios. Era otra mosca. El dios de las moscas era una mosca, ya verde, ya negra y dorada, ya rosa, ya blanca, ya purpúrea, una mosca inverosímil, una mosca bellísima, una mosca monstruosa, una mosca terrible, una mosca benévola, una mosca vengativa, una mosca justiciera, una mosca joven, una mosca vieja, pero siempre una mosca. Algunos aumentaban su tamaño hasta volverla enorme como un buey, otros la ideaban tan microscópica que no se la veía. En algunas religiones carecía de alas (Vuela, sostenían, pero no necesita alas), en otras tenía infinitas alas. Aquí disponía de antenas como cuernos, allá los ojos le comían toda la cabeza. Para unos zumbaba constantemente, para otros era muda pero se hacía entender lo mismo. Y para todos, cuando las moscas morían, los conducía en vuelo arrebatado hasta el paraíso. Y el paraíso era un trozo de carroña, hediondo y putrefacto, que las almas de las moscas muertas devoraban por toda la eternidad y que no se consumía nunca, pues aquella celestial bazofia continuamente renacía y se renovaba bajo el enjambre de las moscas. De las buenas. Porque también había moscas malas y para éstas había un infierno. El infierno de las moscas condenadas era un sitio sin excrementos, sin desperdicios, sin basura, sin hedor, sin nada de nada, un sitio limpio y reluciente y para colmo iluminado por una luz deslumbradora, es decir, un lugar abominable.